¿Cómo se comunican los perros entre ellos y con nosotros?

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Son muchas las personas que conviven con perros en casa, pero no todas conocen las particularidades de la comunicación canina. Esto hace que, en numerosas ocasiones, se produzcan malentendidos entre ambas especies.

A continuación vamos a repasar las formas de comunicación canina para que tengamos claro qué es lo que nos quiere decir nuestro perro y a qué debemos prestar atención para una convivencia exitosa ¿Te apuntas?

¿Los perros «hablan»?

Lógicamente, los perros no van a emplear su voz como nosotros, que basamos nuestras interacciones en una comunicación verbal construida sobre palabras con significante y significado y apoyada en la llamada comunicación no verbal. Los perros también pueden emitir sonidos como ladridos, gruñidos o gemidos.

Pero utilizan sobre todo su cuerpo, su olfato e incluso su tacto para comunicarse. Serían, respectivamente, señales auditivas, visuales, olfativas y táctiles. De esta manera se relacionan, marcan su territorio y averiguan la situación en la que se encuentran otros perros.

No olvidemos que, como nosotros, son animales sociales que necesitan comunicarse con los miembros de su manada. Los problemas surgen cuando la comunicación pasa de sus congéneres a nosotros. Es ahí donde se producen las interferencias. En otras palabras, no siempre entendemos lo que nos está diciendo el perro.

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¿Cómo aprende el perro a comunicarse?

Hay parte de instintivo en la comunicación canina, pero también es necesario cierto aprendizaje. Para ello es fundamental la etapa de socialización, que transcurre desde las tres hasta las doce semanas de vida. Por eso se recomienda que los cachorros permanezcan junto a madre y hermanos, como mínimo, hasta las ocho semanas.

Comunicación visual canina

En ella intervienen, sobre todo, la cara, las orejas y la cola, aunque lo cierto es que todo el cuerpo está implicado. Podemos destacar las siguientes señales que siempre deben interpretarse teniendo en cuenta el conjunto de todas las que emite en ese momento el perro, así como el contexto:

  • Ojos: mirada fija, pestañeo, ojos entrecerrados, dilatación o contracción de la pupila.
  • Orejas: hacia atrás, hacia adelante, hacia arriba, relajadas, pegadas.
  • Boca: dientes visibles, boca cerrada o abierta, pasar la lengua, mordiscos, golpes con el hocico, bostezar, jadear.
  • Cabeza: ladeada, puesta encima.
  • Cuerpo: recto, quieto, saltando, doblado, en posición de monta, sacudidas, boca arriba, frotamientos, dar la espalda, tumbarse, sentarse, erizarse, postura de rezo.
  • Patas: levantarlas, saltar, dar la pata, rascar.
  • Cola: movimientos circulares, rápidos, lentos, cola estirada, quieta, entre las patas, enroscada.

Comunicación canina olfativa

El olfato es el sentido más desarrollado del perro, por eso es inevitable que tenga un papel fundamental en su comunicación. La enorme cantidad de receptores olfativos que poseen los perros en su cavidad nasal, unido al gran espacio que se dedica en el cerebro a la interpretación del olor, son responsables de la asombrosa capacidad canina.

Consiguen detectar enfermedades y conocer todas las características de otro perro solo oliendo su rastro. Pueden identificar el sexo, la edad, si está en celo o no o si padece alguna patología. Déjalo olfatear a sus anchas durante los paseos.

Este tipo de comunicación, que a nosotros nos pasa desapercibida, incluye unas sustancias químicas denominadas feromonas. Puede ser directa o indirecta. En el primer caso, se produce cuando hay contacto directo entre los perros. En el segundo, el perro olfatea algún rastro dejado por cualquier animal, como puede ser orina o sudor.

La comunicación auditiva canina

Es toda aquella en la que se emplean vocalizaciones. Son ladridos, alaridos, llantos, chillidos, gemidos, gruñidos, resoplidos, aullidos e incluso jadeos. Los gruñidos y, en general, los sonidos más graves son los que resultan más preocupantes porque indican cierta amenaza.

Al contrario, los más agudos se relacionan con peticiones y súplicas, como los alaridos o los lloros. Para interpretarlos correctamente hay que tener en cuenta el contexto y fijarse también en la frecuencia y en la intensidad de la vocalización. El más habitual será el ladrido, que puede aparecer en una gran cantidad de situaciones.

Sirve, por ejemplo, para dar la voz de alarma, reclamar atención, invitar al juego, expresar nerviosismo o dar una advertencia. Por eso, si tu perro ladra, acude a ver de qué se trata. Por cierto, aunque el aullido es muy típico de los lobos, es poco frecuente en los perros. Serviría sobre todo para localizar y unir a la manada.

Interpretar el lenguaje de tu perro

Básicamente podemos dividir las intenciones de la comunicación canina en lo que respecta a la interacción con nosotros en tres categorías: aproximación, cuando el perro se muestra receptivo, reserva, en los casos en los que manifiesta cautela, y advertencia, señal de que se le está acabando la paciencia. Estos son ejemplos muy comunes:

  • Aproximación: destacamos la postura de invitación al juego. El perro apoya sus patas delanteras extendidas en el suelo y eleva la grupa, moviendo la cola. Puede saltar, ladrar muy agudo, abrir la boca, sacar la lengua e incluso gruñir. Fíjate en que, en este caso, el gruñido no es sinónimo de agresividad.
  • Reserva: si un perro se nos aproxima despacio moviendo la cola, no cometamos el error de pensar que se alegra de vernos. El movimiento de la cola solo indica que el perro duda entre acercarse o alejarse. Debemos permanecer tranquilos hasta que tome una decisión. Podemos ofrecerle la mano con la palma hacia arriba y hablarle con suavidad.
  • Advertencia: un perro con el cuerpo en tensión, que permanece completamente quieto no quiere que nos aproximemos más. Si además gruñe, comienza a levantar los labios haciendo visibles los dientes, echa las orejas hacia atrás y se le eriza el pelo, hay riesgo de que nos ataque. Mantente inmóvil, no lo mires fijamente y espera a su cuidador.

Bibliografía
Carlson y Giffin. 2002. Manual práctico de veterinaria canina. Madrid. Editorial el Drac.
Morris, Desmond. 1988. Observe a su perro. Barcelona: Plaza & Janés.

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