¿Cómo funciona la digestión de los perros? ¡Descúbrelo!

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El tracto digestivo del perro presenta numerosas similitudes con el de los seres humanos. Comienza en la boca y concluye en el ano. Comprende la cavidad bucal, el esófago, el estómago, el intestino delgado, el grueso, el recto y el ano.

Además, ayudan a la digestión y a la absorción de los alimentos el páncreas, la vesícula biliar y el hígado. El proceso de la digestión canina es similar al de los seres humanos, con algunas diferencias derivadas de las características de su alimentación.

La dieta canina

Los perros, si pudieran escoger su comida favorita, se inclinarían por la carne fresca. Son principalmente carnívoros y como tal, su organismo está adaptado para optimizar los nutrientes que ingieren con esta dieta. Pero, en la actualidad se comportan como omnívoros, pudiendo ingerir alimentos muy diferentes, incluyendo frutas y verduras.

Para entender el funcionamiento del aparato digestivo del perro no podemos perder de vista su pasado. Para ello es posible pensar en una manada de lobos. Así, el sistema gastrointestinal del perro está diseñado para comer de manera ocasional, pero ingiriendo grandes cantidades de comida.

La boca

Los perros son depredadores y, en el primer nivel del sistema digestivo, que es la boca, cuenta con unos dientes adaptados a matar presas y a desgarrar su carne. Además, la saliva facilita la deglución, ofreciendo lubricación y compactación. También mantiene la boca limpia. Los perros cuentan con menos papilas gustativas que los seres humanos.

En concreto, unas 2000 frente a nuestras 12 000. Por ello perciben menos sabores. Distinguen entre dulce, agrio, amargo y salado. Los dientes, la lengua y las mandíbulas también contribuyen al primer procesamiento del alimento, aunque en la cavidad bucal apenas se inicia el proceso de digestión.

El esófago

El alimento pasa casi tal cual al esófago, que se dilata y se contrae rítmicamente para permitir el paso de la comida antes de su llegada al estómago, que actúa como un gran tanque. El esófago es un tubo membranoso y fibroso que también destaca por su elasticidad, de forma que permite el paso de trozos grandes de comida.

Por desgracia, su conformación facilita que, además de alimentos, puedan pasar cuerpos extraños, como huesos o juguetes que, en ocasiones, no logran ser expulsados y pueden causar una obstrucción.

El estómago

En él pueden permanecer las sustancias ingeridas hasta ocho horas. El cardias es el esfínter que deja que pase el alimento. Se abre y se cierra herméticamente. La parte superior del estómago se denomina fundus y es donde se producen ácidos para descomponer tejido conectivo y fibras musculares.

También se segrega un ácido que comienza la descomposición de las proteínas. Contribuyen a la digestión las enzimas producidas por el páncreas y por el hígado. Además, en el estómago se localizan glándulas que segregan moco para evitar que los ácidos y las enzimas dañen la pared tanto del estómago como de los intestinos.

Durante la digestión se descomponen las proteínas, los hidratos de carbono y las grasas de los alimentos en moléculas sencillas que puedan ser absorbidas y, por tanto, aprovechadas por el organismo. En este proceso se producen los movimientos peristálticos, que sirven para mezclar los alimentos y desplazarlos hacia el intestino delgado.

El páncreas

El páncreas produce bicarbonato alcalino para neutralizar el ácido del estómago, además de las enzimas digestivas que descomponen proteínas, hidratos de carbono, grasas, tejido elástico y conectivo e incluso ácidos nucleicos. Estas enzimas pasan a través del conducto pancreático al conducto biliar común y entran en los intestinos junto a la bilis.

Además, en algunas zonas del páncreas se produce insulina, que se encarga de que la glucosa pueda introducirse en todas las células del cuerpo. Si no hay insulina, las células no pueden acceder a la glucosa.

Esta se acumulará en la sangre. El déficit de insulina se denomina diabetes y produce síntomas como el incremento en la ingesta de agua o en la eliminación de orina. Por lo tanto, la insulina es básica para el correcto funcionamiento del organismo del perro.

El hígado

El hígado produce la bilis, que ayuda a descomponer las grasas. En concreto, es la vesícula biliar la que almacena los ácidos biliares. Concentra la bilis y, durante la digestión, la transporta a través del conducto biliar común hasta el duodeno.

Los ácidos biliares son los encargados de emulsionar las grasas. También ayudan a disolver las vitaminas liposolubles. Además, los nutrientes se transforman en reservas de energía en el hígado.

Los intestinos

La absorción de los nutrientes se produce a través de las paredes del intestino delgado. Después se transportan en la sangre hasta células de todo el cuerpo. El duodeno es la primera porción del intestino delgado. Finalmente, al intestino grueso o colon, de gran diámetro, llegan los residuos, es decir, los restos de los alimentos no aprovechados.

En esta parte del sistema digestivo se absorbe el agua y las sales. En el colon habita un elevado número de bacterias que forman la flora intestinal, microflora o microbiota. Estas desempeñan funciones beneficiosas para el organismo. Sintetizan vitaminas, descomponen el material de desecho o disminuyen la susceptibilidad del organismo ante las infecciones.

Salen del estómago cuando se relaja el esfínter pilórico o píloro. Aproximadamente a las 36 horas de haberse producido la ingesta, estos desechos se convierten en las heces. Las distensiones del recto animan al perro a defecar para expulsarlas por el ano.

Bibliografía
Carlson y Giffin. 2002. Manual práctico de veterinaria canina. Madrid. Editorial el Drac.
Fogle, Bruce. 1995. The encyclopedia of the dog. London. Dorling Kindersley Limited.

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