¿Es malo enfadar a mi perro aunque sea jugando?

Quizás has visto en alguna ocasión o incluso tú mismo te has dedicado a molestar a un perro hasta que gruñe o ladra. A eso nos referimos cuando hablamos de hacer rabiar a un perro. Normalmente se trata de soplarle o algo similar para conseguir enfadarlo.

Es habitual molestar de esta manera a cachorros o a perros adultos de tamaño muy pequeño. Como te podrás imaginar, es una costumbre totalmente desaconsejada. A continuación explicamos por qué es malo que hagas rabiar a tu perro.

Las reacciones del perro

En ocasiones, jugando o interactuando con nuestro perro, descubrimos que algunas de nuestras acciones provocan una reacción que en un primer momento nos puede parecer graciosa. Nos referimos, por ejemplo, a soplarle en la cara, pero cada perro es sensible para reaccionar con enojo a diferentes acciones, como tocarle en determinadas zonas.

La reacción que se produce normalmente es un mordisco al aire, un intento de pararlo con la pata, ladridos, gruñidos, exteriorización de los dientes, etc. A muchas personas les hace gracia ver estos gestos en un cachorro o en un perro de pequeñas dimensiones. Con un, por ejemplo, Gran danés, quizás no sería tan divertido…

Como siempre que algo resulta gracioso, la tendencia de los humanos es repetirlo una y otra vez, que es justo lo contrario de lo que se debería hacer si queremos a nuestro perro. Si descubres en tu perro, por casualidad, una reacción así, simplemente no la busques ni aumentes. A nadie le gusta que le molesten, ya sea perro o persona.

Mi perro está enojado conmigo

Siguiendo el ejemplo del soplido en la cara, es posible que no sepas que va a ser molesto para el perro. Si, a modo de juego, lo haces, es habitual que él reaccione cerrando los ojos, apartando la cara, pasándose por ella la pata, etc. Este tipo de movimientos son su forma de decirte que le molesta. Deberías parar ya aquí. De inmediato.

Si insistes en continuar, el perro irá aumentando sus señales de incomodidad. Es entonces cuando empezará a mostrarse visiblemente molesto, aunque también es verdad que hay perros santos que soportan nuestras tonterías estoicamente. En esta fase el perro podría marcar mordisco al aire, gruñir y enseñar los dientes.

A algunas personas esta reacción es la que les hace gracia. Pero, en realidad, solo están haciendo rabiar a un perro que, aunque sea pequeño, tiene tantos dientes como uno grande. Si se insiste en molestar, el resultado se va encaminando hacia el mordisco. Además, la imagen del cuidador y el vínculo con el perro se verán seriamente dañados.

La importancia del vínculo con tu perro

Los perros establecen una estrecha relación con sus cuidadores. Para ellos nosotros somos sus referentes. Siempre nos van a buscar para saber qué esperar en cualquier situación. Por eso debemos ser unos buenos guías. Los perros para su bienestar necesitan, además de los cuidados básicos para cualquier ser vivo, un entorno seguro.

Para conseguirlo hay que proporcionarles socialización, educación y rutinas. Los perros necesitan previsibilidad. Esto es, por ejemplo, saber que salen a pasear tres o cuatro veces al día, que cuando llegas de trabajar los sacas, que comen a determinada hora, etc. De esta forma es como consiguen adaptarse al complejo mundo de los humanos.

Al cubrir sus necesidades y darles cariño somos siempre un referente positivo para ellos. Y así es como tiene que ser. Si nos dedicamos, por diversión, a hacerlos rabiar, lo que estamos haciendo, más allá de la molestia real y directa, es generarles confusión. Si repetimos la tontería pasaremos a ser una fuente de inestabilidad y de estrés. Es terrible vivir así.

Respeto para que tu perro te respete

Por lo tanto, olvídate de hacer rabiar a tu perro por mucho que te divierta. Molestándolo destruyes la relación con él. Esto puede dar lugar a problemas en la convivencia, que son la forma que tiene el perro de exteriorizar su estrés. Vivir en una situación de ansiedad permanente no es justo para nadie. Recuerda que tener perro es tu decisión, no la suya.

Si no puedes tratarlo con respeto o no entiendes que lo merezca, es tan sencillo como no adoptar. Ten presente que el cachorro al que haces rabiar crecerá y no solo él se sentirá mal, tú mismo puedes acabar con un buen mordisco. Lo mismo que si se te ocurre hacer rabiar a un perro al que no conoces.

Mi perro gruñe cuando juega

Por último, hay que distinguir entre la reacción que hemos explicado cuando molestamos al perro y los gruñidos o incluso mordiscos que podemos recibir mientras jugamos con él. Lo normal es que esto suceda en la etapa de cachorro y es importante saber cómo actuar porque de ello depende el comportamiento futuro del perro.

Aproximadamente desde el mes de vida, los cachorros comienzan a jugar con su madre y hermanos. Es común que estas interacciones incluyan mordiscos y gruñidos, que también se repetirán cuando el juego se realice con algún juguete. Estos juegos ayudan al cachorro a saber que morder duele, con lo que aprende a controlar su mordida.

Cuando el cachorro pasa a mordernos o gruñirnos a nosotros debemos parar de inmediato el juego para que entienda que ha hecho daño y no reanudarlo hasta que no esté tranquilo. Por lo tanto, que llegue a echar la boca en este contexto no es porque lo hayamos hecho rabiar, sino que forma parte de su desarrollo normal.

Bibliografía
López, Caterina. 2016. «El juego en el cachorro». Ateuves nº 21. pp. 22-25.
Morris, Desmond. 1988. Observe a su perro. Barcelona. Plaza & Janés.

Jose Antonio Ramos

Adiestrador canino, titulado en el centro de educación canina Larcan. Técnico en modificación de conducta, ampliando estudios en etología canina. Ilusiuonado por compartir conocimientos y experiencias con los lectores de Soyunperro.

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