Los huesos siempre se han considerado un alimento típico para perros, pero, ¿son realmente sanos para ellos? ¿Deben formar parte de su dieta? Y, de ser así, ¿cuáles y cómo se los ofrecemos?
A continuación vamos a explicar qué beneficios pueden aportar los huesos incluidos en la dieta de los perros y, al contrario, que riesgos suponen, sobre todo en función del tipo que escojamos y la forma de preparación.
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¿Son beneficiosos los huesos en la dieta de los perros?
Los partidarios del consumo de huesos señalan que estos aportan minerales como el calcio y el fósforo, además de magnesio, sodio, hierro y zinc. También contienen proteína y cartílago, que es un tipo de tejido conectivo compuesto por colágeno. Además, si ofrecemos huesos con médula aprovechamos el valor nutricional de esta zona.
Es en la que se forman las células de la sangre, aunque también contiene más grasa. Además de por este aporte nutricional, los perros se entretienen mucho con los huesos. Les ofrecen estimulación a nivel mental y relajación. Pueden roerlos, lo que les alivia durante la salida de los dientes definitivos, transportarlos y esconderlos, si tienen un terreno donde hacerlo.
También contribuyen a la higiene dental al facilitar la limpieza de restos de alimentos que se pudieran haber quedado alojados entre las piezas dentales, evitando así la aparición de sarro. Los mejores huesos para incluir en el menú de nuestro perro son los carnosos, blandos y bien recubiertos de carne. También se dan los denominados recreativos, como los de rodilla de vacuno o los de tuétano.
Peligros de los huesos en la dieta canina
Por otra parte, otros expertos desaconsejan incluir los huesos en la dieta de los perros. Se basan en que consideran que su valor nutricional es ¿»prácticamente nulo»? y además pueden provocar problemas de salud, algunos de ellos muy graves.
En este punto también coinciden los partidarios de los huesos cuando señalan que una mala elección o una preparación inadecuada pueden tener consecuencias negativas. Por ejemplo, los huesos de tamaño pequeño o sin carne es fácil que puedan producir un atragantamiento. Estos son algunos de los problemas más frecuentes:
- Rotura o abrasión de piezas dentales.
- Obstrucción de las vías respiratorias. Si el hueso queda alojado en la tráquea el perro puede llegar a ahogarse.
- Lesiones en cualquier punto del sistema digestivo, que se inicia en la boca y finaliza en el ano. Pueden ir desde pequeñas heridas a graves desagarros con consecuencias fatales como la peritonitis.
- Obstrucción del tracto digestivo en cualquier punto. Puede ser completa o parcial y de ello depende su gravedad.
- Estreñimiento y dificultades para la evacuación debido al endurecimiento de las heces. Puede aparecer sangre en el ano o en las propias deposiciones, que serán de color blanquecino y consistencia dura.
Cualquier señal de dificultad respiratoria es una urgencia. El perro tiene que trasladarse al veterinario de inmediato. Inquietud, frotarse la boca con las patas, hipersalivar o las arcadas son signos de alarma. Si notamos otros síntomas como dolor abdominal intenso, vómitos o inmovilidad podría haberse producido una peritonitis.
Puede haber una obstrucción anorrectal. Por su parte, son signos de obstrucción intestinal parcial o completa los vómitos, la diarrea, el dolor o la distensión abdominal. Si el perro se estriñe cada vez que le das huesos, reduce la cantidad que le ofreces.
¿Son saludables los huesos cocidos?
En concreto, el problema que tiene la cocción de los huesos es que, durante ese proceso, la estructura ósea puede debilitarse. En ese estado, es más fácil que se astillen y estos fragmentos de hueso se convierten en muy peligrosos para los perros. Pueden quedarse atragantados o incluso provocar una perforación en el tracto gastrointestinal.
Cómo dar huesos a un perro
Los perros pueden consumir los huesos crudos. Antes de ofrecerlos conviene congerlarlos para eliminar posibles parásitos que pudieran contener. Recuerda escoger huesos carnosos, es decir, rodeados por una gran cantidad de carne. Aproximadamente, la pieza que ofrezcamos debe tener la misma cantidad de hueso que de carne.
Hay que evitar aquellos de tamaño pequeño y sin apenas carne. Ajusta el tamaño del hueso al del perro. Comprueba que no lo pueda tragar entero y atragantarse. Podemos ofrecer este tipo de huesos de manera ocasional, a modo de premio, restándolo de la ración diaria del perro.
Si queremos preparar comida casera cómo la dieta BARF y contar con los huesos como un ingrediente más, tenemos que ponernos en contacto con un especialista en nutrición canina. De lo contrario corremos el riesgo de ofrecer una dieta desequilibrada que puede resultar en problemas de salud para nuestro can.
Tipos de huesos aptos para perros
Debemos evitar por completo cualquier tipo de hueso que sea duro, ya que pueden ser complejos de roer y provocar que el perro intente tragarlo entero y se atragante o provoque una obstrucción.
Los huesos tiernos y carnosos son los únicos, que con cuidado y sentido común, podemos darle a nuestros perros. Algunos ejemplos pueden ser:
- Carcasas de pollo
- Alitas de pollo
- Cuellos de pollo
- Carcasas de conejo
- Patas de conejo
Algunos perros de gran tamaño y fuerte dentadura cómo los Rottweiler, son capaces de comer huesos más duros cómo las costillas de cerdo. Pero no me rece la pena el riesgo que pueden suponer, teniendo a nuestra disposición huesos más blandos cómo los de pollo o conejo.
Bibliografía
Carlson y Giffin. 2002. Manual práctico de veterinaria canina. Madrid. Editorial el Drac.
Dopico, David. ¿Qué sabes de las dietas crudas? Revista Ateuves nº 62. pp. 20-22.