Los perros nos lamen, nos saltan encima, nos llenan de babas y de pelos y, algunos, también parecen disfrutar dándonos pequeños mordiscos. Estos mordisquitos son los que suceden en un contexto lúdico o afectuoso.
Si te estás preguntando ¿por qué mi perro me da mordisquitos?, a continuación explicamos el porqué de esta conducta, que no tiene nada que ver con el perro que enseña los dientes, gruñe y echa la boca.
- También te puede interesar: ¿Por qué me lame mi perro en la cara?
La razón por la que los perros muerden
Los perros carecen de manos para explorar el entorno tal y como lo hacemos nosotros. Pero, en cambio, juega en ellos un papel fundamental la boca, además, por supuesto, de su desarrollado sentido del olfato. Lo notaremos sobre todo en los cachorros, que están en una fase exploratoria muy acentuada. La consecuencia suelen ser los destrozos.
Rompen juguetes, zapatillas, su propia cama y, en general, cualquier objeto al que tengan acceso. Es la forma que tienen de reconocer su entorno y, también, de entretenerse. Dentro de este afán explorador y lúdico también estamos nosotros.
Si tenemos la oportunidad de ver jugar a un par de perros, sobre todo si son jóvenes, es fácil observar cómo utilizan su boca para morderse el uno al otro como parte del juego. Si alguno se excede en el mordisco, enseguida se quejará el otro, de forma que aprenden a controlar la fuerza de sus mandíbulas y a utilizar la boca sin lastimar.
Los perros juegan con la boca
Volviendo a la escena de juego entre varios perros, fijándonos en el uso de la boca y, en concreto, del mordisco, es fácil apreciar que estos mordisquitos se emplean en este contexto lúdico para animar al otro a seguir el juego. Así, es posible que un perro se lance a coger con la boca a otro, mientras adopta una postura corporal de invitación al juego.
Normalmente el perro apoya pecho y patas delanteras en el suelo y eleva la grupa mientras abre la boca, ladra con alegría, mueve el rabo y salta. Esta actitud la adoptan habitualmente cuando se encuentran con otros perros, pero pueden querer jugar así también con nosotros.
En este tipo de mordiscos no hay un ápice de agresividad. La actitud corporal del perro así nos lo confirma. Es un bocado en el que suele mantener la boca abierta, sin apretar y más bien haciendo una sujeción que puede soltar y volver a tomar varias veces seguidas.
Mordiscos con la boca cerrada
Pero, además del mordisco que acabamos de describir, hay otro tipo de mordisquitos que tampoco son señal de agresividad y que el perro da con los incisivos superiores e inferiores. Así hace el mordisqueo típico en su propio cuerpo cuando quiere rascarse o atrapar un potencial insecto.
Suelen ser pequeños mordiscos que se repiten con rapidez, como un temblor. Son mordisquitos que también nos puede dar a nosotros en un contexto afectuoso. Algunos perros los hacen cuando se les rasca la barriga, al igual que el movimiento involuntario de la pata trasera.
Mi perro me muerde jugando
Siempre que esté claro que el mordisco del perro no tiene nada que ver con una reacción agresiva, no es una conducta preocupante. En cambio, si enseña los dientes levantando los labios, arruga el hocico, gruñe o nos lanza un bocado llegue a tocarnos o no, es imprescindible acudir a un profesional especializado en conducta canina o etólogo.
Pero en el caso en el que no queramos que nuestro perro nos muerda o sujete con la boca es importante saber cómo reaccionar. En primer lugar, no hay que reñirle, gritarle, castigarlo ni mucho menos emplear la violencia. Como hemos explicado, el perro no lo hace con ninguna intención de dañar. Al contrario, muestra una predisposición lúdica hacia nosotros.
Para frenarla podemos parar el juego de inmediato, sin decir nada. De esta manera le transmitimos que con esa acción se termina la diversión. También tenemos la opción de parar y ofrecerle una alternativa, como un juguete para distraer su atención. En cuanto lo acepte, premiaremos para reforzar y fijar en su mente que queremos que repita ese juego.
¿Cuando es preocupante el mordisco?
Aunque el mordisco no implique un problema de agresividad, puede ser preocupante que el perro recurra en exceso al uso de su boca, sobre todo si no controla la fuerza del mordisco y llega a hacernos daño.
En estos casos podría haber un problema de socialización, por ejemplo, cuando el cachorro ha sido separado muy pronto de su madre y hermanos, antes de cumplidas las 8-10 semanas. Pero también puede ser señal de nerviosismo excesivo o estrés.
Como hemos explicado, hay que parar de inmediato el juego o intentar dirigir su atención hacia la actividad que nos interese potenciar. Estos trastornos pueden solucionarse, pero es posible que, al igual que en el caso de la agresividad, sea necesario que contactemos con un profesional de la conducta canina.
Bibliografía
Morris, Desmond. 1988. Observe a su perro. Barcelona. Plaza & Janés.